Para el adolescente de catorce años que yo era, asqueado de sí mismo y de su país, buscando desesperadamente una identidad propia no manoseada, aquella música fue una salvación. Y una destrucción necesaria.

Yo sé quién soy -dijo Don Quijote-, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia.

La identidad es un capa de experiencia pero le parecía que quedaba muy poco de lo que había creído ser. Lo único que le quedaba era su infancia. Si vida adulta estaba destrozada.

Yo era tan sólo la hija de los suburbiosque fue creciendo entre canciones y trapecios,la que soñaba erigir barricadas en la ciudadcon sus palabras.Guardo un silencio de sombras y azucenasante estos dólmenes que vienen sobre los puentesrodando piedra y agua a la hora del tramonto.Me encuentro solitaria ante los muros desnudos.¿Quién soy yo que ni yo sé ya quién soy?¿Cómo decirle a ustedque mis palabras ahora sólo son una marchade increíble victoria sobre la muerte?

«Sin miedo al enigma de ti mismoAcaso encuentres una luz sin noche Perdida en las grietas de los precipicios»

Nada nos divierte tanto a los chilenos como burlarnos de nosotros mismos, aunque jamás soportaríamos que lo hiciese un extranjero.

Y, por primera vez en su viaje, Bipa tuvo auténtico pánico. Deseó regresar corriendo a casa, recuperar su vida, su aspecto, su identidad. Siempre había sido consciente de que en aquella búsqueda podía llegar a perder la vida, pero, por algún motivo, eso no le parecía tan terrible como perderse a sí misma.

Al reunirnos y separarnos, construimos diferentes formas, armamos diferentes estructuras. Pero si no clavo estas impresiones en el tablón, y si no fundo en uno de los muchos hombres que hay en mí; si no existo aquí y ahora en vez de existir a vetas y parches como la nieve que motea las lejanas montañas; (...), entonces caeré como la nieve y será un desperdicio" Louis

Recuerda quien eres.

Toda época y toda sociedad recrea sus «otros».