Uno no encontrará en sitio alguno nada que no haya llevado consigo. Para comprender que uno es un tonto no es necesario trasladarse a Katmandú.

Tocaestrellas... ¿Sabes dónde esta la ciudad de Piedra? ¿Hablas el idioma de los goblins?

Lo literario de viajar es que uno después recuerda algo parecido a un cuento o una novela en donde el protagonista es uno mismo.

En el viaje perfecto, la desconexión se vuelve una necesidad. Concéntrate en dónde estás; olvida los asuntos que dejaste pendientes; no aceptes encargos; permanece incomunicado; desaparece del mapa. Es bueno que la gente no sepa tu ubicación ni cómo dar contigo. No olvides el país en el que estás. Ésa es la teoría.

Cuando los europeos llegaron a América, las tierras no pertenecían a nadie; eran un bien común de la tribu, heredado de sus antepasados, que cada generación disfrutaba en usufructo cuidándola para las generaciones venideras... Mas, para el blanco, la tierra era poder. Ambicionaba inmensas extensiones que explotar en poco tiempo sin preocuparse e lo que pudiera ocurrir después... Le tenía sin cuidado que se agotaran, que la erosión se las llevara o se convirtieran en desiertos.

Aquella mañana en Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones del desierto y las rutas de las caravanas; pero ahora sé que éste es solo uno de los tantos caminos que se me abrían aquella mañana en Dorotea. ( Ciudad: Dorotea)

En la plaza está la pequeña pared de los viejos que miran pasar la juventud; el hombre está sentado en fila con ellos. Los deseos son ya recuerdos. (Ciudad Isadora)

Ante mí desfilaban imágenes de praderas que se extendían hasta el agua, de viejos castillos sobre colinas surcadas de viñedos y chicas en bicicleta. Todo parecía limpio, ordenado, seguro, como había sido mi propia vida antes del funeral de mi madre. Recordé mi jardín. Echaba de menos mis dalias.

La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos sino lo que somos.

Detesto a un romano llamado Statu Quo. Llena tus ojos de ilusión. Vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o imaginario. No pidas garantías, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo así. Y, si existiera, estaría emparentado con el gran perezoso que cuelga boca abajo de un árbol, y todos y cada uno de los días, empleando la vida en dormir. Al diablo con esto, sacude el árbol y haz que el gran perezoso caiga sobre su trasero.